El de los huertos urbanos es uno de los fenómenos más interesantes de entre los que están transformando las grandes ciudades. ..
Una de las iniciativas sociales que ha ido instalándose en el paisaje de nuestra ciudad estas últimas décadas ha sido la creación de los huertos urbanos. Si paseamos por el parque de Miraflores nos encontramos con los que fueron los primeros de estos huertos de ocio. Cualquier vecino o vecina que esté cultivando en este momento nos dirá que, aunque hay una Asociación de Hortelanos, Huerta las Moreras, que organiza el día a día de los huertos, la gestión oficial actual está en manos del Ayuntamiento de Sevilla, a través de una empresa de servicios externa a la que fue adjudicada hace dos años.
Huerta las Moreras: belleza y complejidad de la gestión vecinal | EL TOPO
El Programa Huerta las Moreras inició su andadura en 1991. Para comprender cómo fue este parto vecinal tenemos que remontarnos a Pino Montano, barrio obrero construido como tantos barrios del norte de Sevilla sobre las antiguas huertas que abastecían la ciudad.
Se construyó precisamente sobre las tierras aledañas al cortijo de las Casillas, cercano a la hacienda Miraflores que da nombre al parque. Quienes pasamos nuestra infancia y juventud en Pino Montano y San Diego, conocíamos el actual terreno del parque de Miraflores (86 hectáreas, divididas hoy por la S30) como un terreno agrícola cultivado en la zona de Pino Montano y lleno de escombreras y montículos en la zona de San Diego; terreno ya expropiado y de propiedad municipal, destinado a ser parque. En el PGOU de 1963 ya estaba prevista su construcción, que vendría a cubrir la necesidad de zonas verdes, tan olvidadas en el rápido y desordenado crecimiento urbanístico de estos nuevos barrios. Pero el parque, en la década de los 80, seguía sin construirse. En ese contexto se creó el Comité Pro-Parque Educativo Miraflores, en 1983, de la mano de vecinos y vecinas provenientes de diferentes movimientos asociativos, de las APAs (actualmente AMPAs), movimientos sindicales, etc., que vieron clara la necesidad de organizarse para que el parque empezase a construirse pero, sobre todo, vieron claro que dicha construcción tenía que hacerse teniendo en cuenta qué querían los vecinos y vecinas, cómo lo querían y para qué.
Y se empezó por donde era lógico empezar: investigando cómo era el terreno del futuro parque. Así descubrieron que en la abandonada hacienda Miraflores y edificios aledaños había importantes restos arqueológicos, testigos de este pasado rural.