Casi lo hemos olvidado, pero la poesía, al principio, no se escribía. Era un género oral, un código del lenguaje que se apoyaba en el ritmo y en la rima para que fuera sencillo transmitir la memoria de la comunidad: las leyendas, los preceptos morales, los hechos históricos. Con el paso del tiempo y la costumbre de la escritura, la poesía se fue sin embargo confinando a los libros y alejando de las prácticas populares y cotidianas,
Casi lo hemos olvidado, pero la poesía, al principio, no se escribía. Era un género oral, un código del lenguaje que se apoyaba en el ritmo y en la rima para que fuera sencillo transmitir la memoria de la comunidad: las leyendas, los preceptos morales, los hechos históricos. Con el paso del tiempo y la costumbre de la escritura, la poesía se fue sin embargo confinando a los libros y alejando de las prácticas populares y cotidianas, y ganándose una fama –no siempre justificada, pero a veces sí– de ser un lenguaje complicado, hermético, y de algún modo elitista.Hay una práctica que recupera ese carácter oral de la poesía. Es el Spoken Word, una disciplina que en sentido estricto consiste simplemente en decir la poesía de viva voz, aunque a menudo se incorporan elementos teatrales, musicales o de performance. Es difícil decir cuándo nace, porque, de algún modo, todas las épocas han tenido, a su manera, formas de recitado o de puesta en escena que se emparentan con lo que hoy entendemos bajo este paraguas. Por ejemplo, en los años 20 los poetas vinculados al mundo del jazz hacían algo que podría llamarse Spoken Word, como también lo harían los dadaístas con sus exploraciones de la voz, los poetas beat en los años 50 o las comunidades negras estadounidenses en los 60. Pero cada época lo ha llamado de un modo: al fin y al cabo, se trata solo de la vieja práctica de compartir la poesía en voz alta.