En los últimos 4 años, al menos 81 personas han sido asesinadas en EE. UU. y Canadá, en 17 ataques supremacistas. Una práctica/ideología que empieza a extenderse en el resto del mundo
“Debemos asegurar la existencia de nuestra gente y un futuro para los niños blancos”. Este lema, conocido entre los supremacistas como “las 14 palabras”, acuñado por el nazi convicto David Lane entre finales de los 80 y principios de los 90, podía leerse en una de las armas que el asesino de Christchurch, Nueva Zelanda, utilizó el pasado viernes 15 de marzo para sembrar el terror y acabar con la vida de al menos 50 personas en dos mezquitas de la ciudad. En un manifiesto publicado poco antes en una red social, el criminal aseguraba inspirarse en los ataques de Oslo y de la isla de Utoya, perpetrados en 2011 por un ultraderechista noruego. El actual presidente del Southern Poverty Law Center (SPLC), institución que lucha desde 1971 contra el odio y la intolerancia de los grupos extremistas, Richard Cohen, asegura que el manifiesto del asesino “tiene el sello inconfundible de la llamada alt-right [derecha alternativa]”, es decir, de una ultraderecha que hace uso intensivo de las redes sociales, que rechaza la derecha tradicional y que adopta el etnonacionalismo blanco como valor fundamental. Su atentado demuestra, además, que “el supremacismo blanco es un movimiento terrorista global”.