Somos muchos los hombres que simpatizamos con la causa feminista, pero me temo que pocos nos hemos detenido a reflexionar sobre el profundo significado que encierra ser hombre y considerarse feminista
.Si nunca antes me había detenido a reflexionar sobre el tema es porque, para mí, la igualdad entre hombres y mujeres es una obviedad tan categórica que proclamar que soy feminista me parece tan absurdo como proclamar que soy un ser humano. Y, este sentimiento se lo debo a una mujer llamada Teresa.Teresa fue una de las primeras en acogerse a la ley del divorcio del 81. Tuvo que soportar miradas inquisidoras de quienes consideraban el divorcio como un atentado contra la familia y la independencia de la mujer como una postura amoral. Como secretaria de dirección, aguantó con una dignidad y firmeza admirables los continuos intentos de abuso de jefes y empresarios.En los 80 la dictadura había terminado, pero los corsés mentales de la sociedad patriarcal y católica más rancia seguían ahíEn los 80, Teresa quería salir de fiesta como los hombres, construirse su propio destino como los hombres, y tener relaciones de pareja que no fueran una jaula psicológica. La dictadura había terminado, sí, pero los corsés mentales de la sociedad patriarcal y católica más rancia seguían ahí, al acecho, como dementores dispuestos a sorber el aliento vital.