Desde las 1.200 páginas de su última obra, Piketty, destroza el debate público y político, explorando vías para, en concreto, “superar al capitalismo”. Pero, ¿cómo ejecutar esas propuestas radicales tratando de redefinir la noción misma de propiedad? ¿Bastarán para destruir las bases del hiper-capitalismo contemporáneo?
“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el del capitalismo”. Thomas Piketty se compromete en su última obra a nada menos que a desmentir la famosa sentencia del filósofo estadounidense Frederic Jameson, pretendiendo proporcionar herramientas para “superar el capitalismo”, saliendo de una glaciación ideológica catalizada por los fracasos del sovietismo real.Después de “El capital en el siglo XXI”, excavadora editorial que vendió 2,5 millones de ejemplares en el mundo, donde documentaba la explosión de las desigualdades patrimoniales mundiales, el economista pasa a los trabajos prácticos y políticos. En Capital e ideología (Seuil), radicaliza su pensamiento e investiga los medios para criticar en concreto un régimen desigual actual cuyos efectos destructores sobre el planeta y los seres humanos no pueden proseguir.Considerando que su libro de 2013 era demasiado occidentalo-céntrico y trataba “las evoluciones político-ideológicas respecto a las desigualdades y la redistribución como una suerte de caja negra”, busca ampliar su campo de investigación, que extiende desde la “complejidad multicultural de los jatis” en India, a los concursos imperiales chinos, pasando por la “propuesta 2x + y” debatida en 1977-78 en el Reino Unido…Así Piketty quiere forjar una “idea más exacta de lo que podría llevar a una mejor organización política, económica y social para las diferentes sociedades del mundo en el siglo XXI” proponiendo para ello, “elaborar el perfil de un nuevo socialismo participativo para el siglo XXI”
La frontera que separa la pulsión oculta del Ello de la apariencia que nos permite mantener un principio de realidad se está invirtiendo, o dicho de otro modo, el Ello se está deshaciendo de la función mediadora del Yo, para acceder por sus propios medios al mundo exterior de la apariencia: la “presencia” del Ello.
Según entendía Freud, nuestra mente es el resultado de la combinación de tres dimensiones: el Ello, el yo y el superyó. El Ello hace referencia a los impulsos inconscientes que motivan nuestros deseos y pulsiones, o dicho de otro modo, el Ello viene a definir lo que somos sin filtro. El superyó, en cambio, vendría a ser una especie de guardián de la mente que restringe al Ello y nos ofrece una guía para poder operar en sociedad evitando dejarnos llevar por el Ello. Entre medias de los dos se encuentra a quien mejor conocemos, el Yo, que se ocupa de los actos voluntarios y se presenta como el resultado del equilibrio que mantienen los dos primeros, es decir, como la manera de dar salida y hacer encajar los deseos dentro de un marco normativo. Pues bien, quizás estamos asistiendo a un desplazamiento social de las relaciones entre el Ello, el Yo y el Superyó, en donde las pulsiones inconscientes mostradas a carne viva y sin filtro, comienzan a copar la presencia y expresión pública.Donde mejor se observa la ideología, no es en las figuras de los ideólogos ni de los políticos, tampoco en los aparatos ideológicos del Estado, ni siquiera en las grandes maquinarías de discurso que son los medios de comunicación. El núcleo de la ideología, se observa de manera mucho más clara en los comentarios random de las redes sociales, los insultos racistas en vagones de metro o en las palabras de un agresor de mujeres cuando se jacta de que no le va a pasar nada por pegarlas; el subsuelo del discurso está en aquellos que no tienen la necesidad de operar en un espacio de normas y le dan rienda suelta a su Ello sin ningún superyó que lo retenga. La frontera que separa la pulsión oculta del Ello de la apariencia que nos permite mantener un principio de realidad se está invirtiendo, o dicho de otro modo, el Ello se está deshaciendo de la función mediadora del Yo, para acceder por sus propios medios al mundo exterior de la apariencia: la “presencia” del Ello. Si el Ello expresa de manera imprudente aquello que somos, la ideología versa en producir, disputar y definir el sentido de lo que somos: la orientación y el modo de producción del Ello. Un Ello solo puede combatirse con otro Ello, un imaginario con otro imaginario, una apariencia con otra apariencia, una ficción con otra ficción, una verdad con otra verdad más fuerte.