No, no son superhéroes como Ironman, Thor o el Capitán América. Nunca se hicieron películas sobre ellos y ni tan siquiera existe un memorial que los recuerde. Eran personas normales, pero salvaron literalmente la vida a más de 50 millones de personas. Sus nombres son Alexei Ananenko, Valeri Bezpalov y Boris Baranov, los tres trabajadores de la central nuclear de Chernobyl que se presentaron voluntarios para una misión suicida.
Su misión consistía en cerrar las válvulas de las piscinas que se encontraban bajo el reactor nuclear, y cuyo contacto con el material radiactivo hubiera dado lugar a una explosión de entre 2 y 4 megatones que habría destruido los otros tres reactores no afectados y esparcido por toda Europa todo el material radiactivo de los cuatro núcleos de la central.Dos de ellos, Ananenko y Bezpalov eran padres y tenían familia. Baranov se presentó porque carecía de ella. Se sumergieron en las brillantes piscinas radiactivas y cumplieron su misión. Salvaron a Europa.Murieron en pocos días por síndrome radiactivo extremo entre vómitos y diarreas en una de las peores muertes que existen. Por supuesto hubo muchos más héroes: bomberos, soldados y equipos de evacuación. Pero ellos sí conocían las consecuencias de lo que iban a hacer.Esta es la última foto que se hizo de ellos antes de sumergirse en el monstruo radiactivo. Sorprende ver la cara de serenidad que mostraban sabiendo que se adentraban en la peor de las muertes. Ese es el verdadero heroísmo.