Uno de los efectos más claros, permanente y a largo plazo, de un desplazamiento forzado, es la soledad. La pertenencia original, esa que nos liga a un grupo humano y a un paisaje, queda en suspenso y las nuevas pertenencias suelen ser provisionales
Por Marisa González de Oleaga, Carolina Meloni González y Carola Saiegh Dorín
Fragmento de ‘Eslabones de una misma cadena’ por Marisa González de Oleaga
Transterradas. El exilio infantil y juvenil como lugar de memoria | FronteraD
Uno de los efectos más claros, permanente y a largo plazo, de un desplazamiento forzado, es la soledad. La pertenencia original, esa que nos liga a un grupo humano y a un paisaje, queda en suspenso y las nuevas pertenencias suelen ser provisionales y, muchas veces, no fructifican o se desdibujan ante la esperanza del regreso. Cuando el desplazado vuelve, si es que lo hace, comprueba que ya nadie lo reconoce. Es el que se fue, el que conservó intacta la memoria de un mundo que, para el resto es, en el mejor de los casos, un recuerdo. Entonces mira hacia atrás, vuelve sobre sus pasos e intenta reforzar su nueva pertenencia. Pero falla. Es el recién llegado, el que carga con otra historia a sus espaldas. No ser de ningún lugar parece ser el destino más oscuro de los desplazados. Y esta condición se torna más dolorosa a ciertas edades. En otros momentos de la vida abundan los recursos para hacer frente a esta contingencia. Algunos desplazados lo hacen con su familia o forman una nueva en el lugar de acogida. Pero en la infancia y en la adolescencia la interrupción de esas pertenencias o identificaciones tempranas condenan a una soledad muy particular. No se trata de la soledad inherente a toda existencia humana. No, es más honda, más densa y, a veces, devastadora. Tal vez no debería llamarla soledad sino desamparo. Una cierta incapacidad para retomar los lazos afectivos que quedaron en suspenso y reconectarlos en un nuevo lugar. Algo de la desconfianza, del temor a que la historia se repita, un cierto miedo a la provisionalidad de las relaciones dificulta la trama de nuevos vínculos. (…)