De mi querida y admirada Laura Villadiego, una de las almas de
Carro de combate. Un reportaje documentado, crítico y escrito en un claro y elegante español periodístico.
Los atunes pescados en Filipinas para su exportación a todo el planeta recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestros platos.
La complicada historia detrás del pescado que comes %20copia.jpg?v=63707790605)
En el puerto de General Santos, en el sur de Filipinas, los atunes apenas pasan unos minutos en tierra. Los trabajadores los descargan frenéticamente desde los barcos de pesca atracados en el puerto y los ponen en unos grandes carros. Los acercan a unas balanzas donde los enormes peces, que pueden pesar hasta 400 kilos, son colgados de un hilo de metal. “215”, “180”, cantan el peso mientras alguien lo va anotando. De ahí pasan a otra mesa, donde alguien introduce una varilla para extraer un pequeño trozo de carne. Diseccionan el color y el brillo. Si son considerados de buena calidad, en unos minutos estarán de camino al aeropuerto y de ahí a todos los puntos del planeta. “El atún más fresco se envía a Japón o a Estados Unidos, también a Europa”, asegura Raúl González, propietario de varios barcos pesqueros de atún.