Una bonita historia de aves cegadas y desorientadas por nuestras luces y de los numerosos isleños que las ayudan a recuperar su penumbra para volar al mar. Casi como un cuento

En las noches sin luna miles de crías de pardela cenicienta salen de sus madrigueras para emprender su primer vuelo al mar. En ese proceso y debido a la contaminación lumínica de las ciudades y entornos turísticos, muchas de estas aves caen cegadas por las luces o quedan desorientadas, siendo incapaces de remontar el vuelo por sí solas.
Canarias apaga sus luces para que las cenicientas alcancen el mar
Un experimento científico inédito en Europa impulsado por la asociación conservacionista SEO/BirdLife a través del proyecto internacional Luminaves, que abarca los archipiélagos macaronésicos de Canarias, Azores, Berlanga, Madeira y Salvajes trabaja con un mapa de siniestralidad cuyo objetivo es implantar una estrategia que reduzca la contaminación lumínica de las islas.
La cenicienta es un ave silenciosa en mar abierto que cuando no está cerca del nido emite sonidos que confunden al viajero con el llanto de un bebé (muy presente en la serie Hierro). Es una de las siete especies de pardelas migradora y pelágica que sobrevuela el cielo canario, y unas 40.000 parejas vienen a hacer las puestas a las costas canarias. Ponen una vez al año un solo huevo cuya incubación suele durar 55 días. Cuando ha llegado casi al final de su desarrollo, sus padres la abandonan y se ve obligada a aprender a pescar por su cuenta. En ese vuelo se enfrenta a muchas e importantes amenazas, los tendidos eléctricos con los que colisionan, la contaminación lumínica que las desorienta, así como otros factores de menos incidencia en las islas relativos a su caza ilegal, la sobrepesca, y las muertes que se producen en redes y palangre.