Tal vez en las cinco letras del nombre Yemen se halla un misterio, o la respuesta a una pregunta que no nos hacemos. Acerca, quizá, de la relación de dependencia entre el Estado y el Régimen con la dinastía que reina en Arabia Saudí.
Ataques y bombardeos sobre Gaza. El new deal es eso que pasa sin que cambie un centímetro la política de apoyo sin fisuras por parte de Occidente a la violencia desatada por Israel. En poco menos de cinco días se superan los cien palestinos muertos, 28 niños. A miles de kilómetros se extiende la sensación de impotencia. La pandemia ha convertido al internacionalismo en un objeto político aún más extraño. La solidaridad con Palestina se activa, inasequible al desaliento. Nunca se ha desactivado. Es uno de esos movimientos que funciona al margen de las modas políticas y la coyuntura del momento. Resistiendo a la impotencia de vivir a demasiada distancia de los bombardeos. Resistiendo al rodillo informativo del Estado israelí.Si se trata de Yemen, en cambio, se encuentra silencio. Tal vez en esas cinco letras se halla un misterio, o la respuesta a una pregunta que no nos hacemos. Tal vez ese nombre es un signo de todo aquello que está tan lejano de nuestro día a día que no parece ni siquiera de nuestro mundo. La solidaridad con Yemen es un reflejo del antimilitarismo. Hay una dificultad añadida: aunque cualquiera sabe emitir un juicio sobre el conflicto palestino-israelí, la guerra de Yemen es esa pregunta que no nos hacemos y una respuesta que permanece herméticamente sellada