No hay duda, incluso en la mente de sus más ardientes defensores, de que el transporte marítimo contamina a gran escala. La flota mundial de más de 50.000 buques –portacontenedores, cruceros, petroleros– produce más de una gigatonelada de gases de efecto invernadero al año. Y esas emisiones no dejan de crecer. Los críticos dicen que, si el transporte marítimo fuera un país, sería el sexto más contaminante del mundo, por delante de Alemania.
Mientras tanto, se agranda la brecha entre la retórica de la industria y las preocupaciones de la siguiente generación.Durante la producción, entrevistamos a John Platsidakis, antiguo jefe de Intercargo, un destacado grupo de presión europeo. Le preguntamos si el transporte marítimo necesita una mejor regulación para proteger el medio ambiente: “¿Están ustedes dispuestos a parar el comercio mundial?”.Las interrupciones de las cadenas de suministro pueden ser graves. Cuando un solo buque portacontenedores, el Ever Given, quedó bloqueado en el Canal de Suez el pasado marzo, la revista marítima más influyente, Lloyd's List, calculó que estaba retrasando un volumen de transacciones de 9.600 millones de dólares diarios.Para los jóvenes de todo el mundo, el cambio climático es un problema al menos igual de grave. En Svalbard, unas semanas antes de la reunión de noviembre de la OMI, preguntamos a Varisa qué diría a las organizaciones y empresas que quieren retrasar las políticas sobre el cambio climático en interés del comercio mundial.“Es urgente. Siempre será urgente hasta que deje de serlo”, respondió. “Al final, no habrá nada que llevar y traer, no habrá países a los que enviar... No os quedará nada si seguís así”.