John Kerry, el que fuera secretario de Estado del presidente Obama, escribía hace unos días el siguiente twitt: “Me han dicho que el 50% de las reducciones que es necesario hacer para llegar al cero neto provendrá de tecnologías que aún no tenemos. Esto no es más que la realidad". Es una frase inquietante y lo es porque, de algún modo, nos permite relajarnos...
La frase de Kerry, y el suelo de malentendidos, supersticiones y temores en que se apoya, es lo que Adrián Almazán Gómez llama “tecnolofilia” en su libro Técnica y tecnología, publicado por la editorial Taugenit y cuyo subtítulo es precisamente “cómo conversar con un tecnolófilo”. Es un libro al mismo tiempo sencillo y complejo, corto y profundo, ligero y exigente. Que sea sencillo, corto y ligero da toda la medida del talento de su autor, que ha conseguido volcar en pocas páginas y de la manera más didáctica años de lecturas e investigaciones cuyo rastro puede seguirse en la extensa bibliografía. La cuestión que aborda, sin embargo, es la más compleja, profunda y exigente porque no puede aislarse de nuestros deseos y proyectos vitales: porque, de alguna manera, enlaza la totalidad con la subjetividad, y más aún en una época en la que, como dice el propio Almazán, la digitalización de la existencia ha acabado por “moldear ámbitos (la amistad, la autoestima, el amor) que hasta ahora se habían resistido a este proceso”. Desmontar los tópicos de la tecnolofilia supone, por tanto, desmontar una operación terrorista suicida en todos los órdenes: el antropológico, el social, el económico, el político. Distinguir entre técnica y tecnología, entre técnica y naturaleza humana, entre técnica y progreso, como hace concienzuda y eficazmente este libro, no es sólo una labor teórica necesaria y, en su desafío, apasionante; es que de esa descomposición de los clichés tecnófilos depende de alguna manera la supervivencia humana.
Jeff Bezos pretende emular a los faraones y dejar su huella inmortal a través un reloj que funcionará al menos durante 10.000 años
Febrero del año 02020: todavía sin actualización, nada se sabe sobre el avance del proyecto que Jeff Bezos, fundador y presidente de Amazon, anunciaba con un tuit en febrero del año 02018: “¡La instalación ha comenzado –150 metros de longitud, completamente mecánico, impulsado por los ciclos térmicos del día y de la noche, sincronizado con el mediodía solar, un símbolo para el pensamiento a largo plazo–, el Reloj de los 10.000 años se ensambla gracias al genio de Danny Hillis, Zander Rose y todo el equipo!”Año 01993: William Daniel “Danny” Hillis tiene la idea. Año 01995: en el libro Tercera Cultura explica que “ha llegado la hora de que empecemos un proyecto a largo plazo que haga que la gente supere la barrera mental del milenio”. Pero retrocedamos el reloj todavía un poco más para saber quién es Danny Hillis: inventor, matemático, ingeniero y empresario estadounidense, se graduó en Matemáticas en 01978 por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde se doctoró en Ingeniería Electrónica y Ciencias Computacionales, del que llegó a ser profesor adjunto para luego pasar a la nómina de The Walt Disney Company; es conocido por su trabajo pionero en la computación paralela. Sigamos. Año 01996: Hillis y el escritor Stewart Brand fundan The Long Now Foundation, uno de cuyos principales proyectos es la construcción del Reloj de los 10.000 años, también conocido, a partir de ese momento, como Clock of the Long Now. Por fin, después de un primer prototipo, en algún momento previo a 02018: Jeff Bezos decide financiar el proyecto con unos 42 millones de dólares, además de ceder los terrenos desérticos que Blue Origin, su compañía de turismo espacial, posee en Van Horn, Texas, así como la montaña destinada a albergar el ingenio.
La tecnología reproduce sesgos pero es posible atacarlos reprogramando sus algoritmos
La inteligencia artificial (IA) no es neutra, reproduce nuestros prejuicios sociales. El problema es que esto puede acarrear consecuencias perjudiciales para los sectores de por sí marginados de la sociedad, en áreas delicadas como la salud.Es, por ejemplo, el caso de un algoritmo ampliamente utilizado en el sistema de atención médica de Estados Unidos. Este tiene un sesgo racial que reduce en más de la mitad el número de pacientes negros susceptibles de recibir atención adicional, como lo demuestra un estudio publicado en la revista Nature.Así, el sistema gasta menos dinero en los pacientes negros, que tienen el mismo nivel de necesidad que los blancos, y el algoritmo concluye falsamente que los pacientes negros están más sanos. Aunque el problema fue detectado en el sistema de la compañía Optum, es muy probable, según los científicos, que el mismo fenómeno se reproduzca en herramientas utilizadas por otros organismos que cada año administran la salud de 200 millones de personas en el país norteamericano.
Un acercamiento a cómo empresas como Google están accediendo, también, a la educación y la escuela.
Google for Education es un conjunto de programas que, según explica la compañía en su web, pretende “garantizar la preparación digital de los alumnos y los profesores”, con herramientas y la financiación de Google para expandir la enseñanza de la informática. En Estados Unidos, la empresa incluye entres sus acciones filantrópicas los Salones de Estudio Rodantes, que incorporan en los autobuses escolares wifi, dispositivos y la asistencia de educadores, lo que permite acceder, según Google, a más horas de aprendizaje fuera de la escuela, especialmente en comunidades rurales.“Bajo las ideas de innovación y digitalización que pregona Silicon Valley se encuentra la privatización. Google es una empresa privada que quiere aprovechar la ventaja que tiene sobre otros competidores privados gracias a los datos para entrar en mercados como los de la educación y la sanidad. Este es el motivo por el que debemos entender las tecnologías digitales como una mera continuación de la agenda neoliberal. Con los Chromebooks está acumulando una cantidad ingente de datos de los ciudadanos a una edad aún más temprana, casi desde que comienzan a estudiar”. Esto tiene muchas implicaciones, añade: “De un lado, con esos datos, puede ofrecer servicios a los colegios o incluso a instituciones públicas para que diseñen sus planes educativos. Todos los datos están en su nube, y acceder a ellos cuesta dinero. Más aún procesarlos. Se crearán, aunque ya es incipiente, start ups que hagan ese trabajo de procesamiento de datos. Algo similar ocurrió con la sanidad en Reino Unido. Deepmind, una compañía de Inteligencia Artificial aplicada a la salud, firmó un acuerdo con la NHS para gestionar los datos. Después Google adquirió esa start up. Y no solo ocurre al nivel más bajo. Universidades como la Carlos III de Madrid han firmado acuerdos con esta empresa y migrado sus correos electrónicos allí”.
El progreso y la modernidad en general le están saliendo muy caros a la humanidad. La tecnología ha creado un mundo totalmente abstracto que sitúa al ser humano como un producto creado por la técnica que ya no puede percibir la realidad tal como es.
El progreso y la modernidad en general le está saliendo muy caro a la humanidad. Todo progreso debe ir acompañado de la existencia de un Estado fortalecido a través de los impuestos, de una super-estructura que organice de forma pormenorizada todos los asuntos de la sociedad y de un ejército que defienda los intereses de la clase dirigente dentro y fuera del país. La protección que brinda el Estado a sus súbditos debe ir acompañada de una fiscalización exhaustiva del ciudadano y de su consentimiento para favorecer el progreso técnico y tecnológico, de manera que no pueda haber ningún tipo de contestación y cuestionamiento al orden establecido vigente.Si durante la revolución industrial no había vida más allá de las fábricas, en la revolución tecnológica no hay vida más allá de las pantallas.Si la revolución industrial impuso el trabajo (asalariado) como modo de vida, en la revolución tecnologíca se impone el ocio como modo de vida. El trabajo y el entretenimiento sirvieron y sirven como herramienta de control social, la producción y el consumismo derivaron y derivan en sistemas totalitarios que desbordan las expectativas de desarrollo que pueda tener el individuo en la sociedad. No puede haber libertad en un sistema de dominación que invade permanentemente la vida de los individuos y que dicta cómo hay que pensar y actuar en cada momento de la misma.