Y en todas las representaciones audiovisuales que consumimos, los romanos son blancos. Sin embargo, los romanos tenían una gran variedad de colores en sus pieles, desde la oscura piel etíope hasta las pieles más claras de origen asiático o nórdico, que configuraban el carácter mediterráneo y cosmopolita que tenía el Imperio. Siendo esto así, ¿por qué entonces los romanos aparecen tan blancos en nuestro imaginario?
Los romanos no eran blancos
Según la doctora Sarah Bond, profesora de la Universidad de Iowa, la forma en la que se presenta y se representa el arte romano desde el neoclásico hasta la actualidad es marcadamente eurocentrista y racista. Concretamente, uno de los mayores errores de la exhibición y análisis del arte clásico consiste en pensar que las esculturas romanas de mármol eran blancas, y que el mármol blanco se usaba como un símbolo de limpieza y pureza. En realidad, los romanos usaban el mármol blanco para luego decorarlo con intensas policromías. Las estatuas eran una explosión de color y las pieles de las mismas tenían enormes matices. Con el tiempo las pinturas de las estatuas más expuestas se borraron y solo se conservan unas pocas policromías todavía. Cuando, en siglos posteriores, se recuperaron los conocimientos y estilos del arte romano, se aplicaron los prismas racistas de esas épocas. Para los romanos, que clasificaban a las personas según su origen cultural, el “prejuicio del color” no existía, como explica Bond citando a W.E.B. Du Bois.