Recuperamos este texto de Laura Manzanera pafra conmemorar en el día de su nacimiento a la filósofa francesa Olympe de Gouges y su "vida excepcional".
Toda revolución devora a sus hijos. La Francesa devoró a muchas de sus criaturas, incluida Olympe de Gouges, una mujer que cambiaría la historia de las mujeres. Su apasionante trayectoria vital es inseparable de los acontecimientos que vivió Francia en su periodo más contestatario. Debido a la férrea fidelidad a sus ideales y a su valentía a la hora de expresarlos, la revolución que se pretendía justa e igualitaria –también con las féminas– acabó engullendo a su hija más atípica.Su rebeldía fue un acto minuciosamente premeditado que incluyó reinventarse a sí misma. Renunció al nombre de su padre y al de su marido, y tomó el de su madre. Rechazó una condición social humilde para reclamar la de nobleza que como hija de marqués le correspondía. Repudió las tareas del hogar y familiares para abrazar las letras. En definitiva, abandonó una cómoda existencia de sumisión y abnegación para ser independiente. Construyó un personaje político que le permitiese moverse fuera de la esfera doméstica reservada a su sexo. Consiguió traspasar el umbral privado del espacio “femenino” para entrar en la “habitación propia” que reclamaría Virginia Woolf, alcanzando así la ansiada dimensión pública. La suya fue una libertad total, y conservarla le costó la vida.
“La fraternidad es el afecto de la unión con el mismo fin, es reconocer que todo lo hace nuestro valor y el de los demás proviene del fin común”.Ernst Bloch, Droit naturel et dignité humaine, (1961) Payot, 172.
Hablar de la Gran Revolución, como se le llamó hasta principios del siglo XX, se ha convertido en peligroso, por lo que ha sido calumniada: el bicentenario de 1989 la condenó, como se pretendía en matriz de los totalitarismos, ¡en plural! del siglo XX...¡Pero es la Declaración de los derechos humanos lo que se elimina! ¡Y sin embargo, existe! Y son esos derechos declarados los que contiene el lema de la Revolución, Libertad, igualdad, fraternidad: los tres colores forman un círculo que la fraternidad unifica a cada paso, situando la paz como el fin de la constitución de los derechos del hombre y del ciudadano, tanto interna como externamente.