El futuro será «en pequeño» y por eso los pueblos tienen tanto que decir. Ahora que salen a la palestra conceptos como la «despoblación», «la España vacía» o «vaciada», nos damos cuenta de todo lo que quedó atrás en ese camino hacia la supuesta modernidad, más aun ahora en un momento en el que están en riesgo de extinguirse tantos saberes que han promovido el entorno natural y humano de los territorios rurales.
Antes de que los focos colocaran a los pueblos en primera plana mediática con la pandemia, gracias (o por desgracia) a la que vimos cómo las ciudades eran espacios muchas veces inhabitables, en un pequeño pueblo del interior de la provincia de Málaga, Cuevas del Becerro, surgió una iniciativa que quería crear un espacio en el que discutir, compartir y construir qué ha sido, es y debería o podría ser la vida en los pueblos; si había algo que uniera a personas de diferentes localidades, si existía algo que pudiera denominarse «identidad rural» y si queríamos trabajar en común para darle la vuelta a tanto estereotipo negativo e infravaloración de una cultura rural (una y muchas diferentes) que durante tantos años han sido una losa para el futuro del medio rural.Con el éxodo rural a las ciudades, que podríamos decir que continúa, no solo se perdió población, sino también cultura, y no porque no la llevaran consigo, sino porque, al llegar a estos espacios de asfalto y hormigón, todo lo que sonara a campo o a pueblos era visto como algo del pasado, como inferior a la modernidad urbana y cosmopolita. Hasta aquellas y aquellos que se quedaron se contagiaron de esta premisa que infravaloraba sus espacios, sus hablas, sus costumbres… En definitiva, se produjo todo un saqueo a mano de un sistema urbanocéntrico, extensible a la sociedad, que necesitaba mucha mano de obra barata y desarraigada. Al mismo tiempo, el sistema agroalimentario global fue creciendo cada vez más y además, en aquellas zonas rurales en las que aún había diversidad, aparecieron los monocultivos; donde había huertas familiares se empezaban a ver los frutos de las subvenciones. Y así, poco a poco, los pueblos iban y van perdiendo población y sustancia en esta herida abierta que no cura en la dualidad rural-urbano.