Nos parece, de siempre, que el diálogo secreto entre texto y pintura es un encuentro fértil...
El ojo hace el esfuerzo de buscar, sobre la duna de las cosas. “La atención es la oración natural del alma”, declaró Celan en su discurso del premio Büchner: “La atención que el poema intenta dedicar a todo lo que viene a su encuentro"
El secreto del encuentro. Martin Heidegger y Paul Celan en la pintura de Ignacio Oliva

I. La escritura de Paul Celan se tensa siempre en una casi imposible travesía, un pasar a través en medio de la incertidumbre. Sobre la página, contemplamos palabras flotantes, estalladas o en vuelo, como un remolinear en torno del espacio eclipsado que clama su fisura de luz en medio de infinitas tinieblas y tensiones. “Pasar a través de las múltiples tinieblas del discurso mortífero” es lo que ha debido hacer la palabra poética, dice el poeta, por ejemplo, en la conferencia de Bremen[1]. Creemos que es ese mismo pasar, e incluso las sacudidas de ese paseo, lo que la pintura de Ignacio Oliva desea transmitir. El acto pictórico construye, por decir así, una paulatina transitividad, que al tiempo –o al paso– configura, también, el comienzo –al menos la posibilidad– de una relación: relación en la extensión. Las pinceladas marcan, como las letras de un poema, el rastro irreductible; el paisaje es el texto, levantado con el tejido gestual. El espectador, por su parte, ha de encontrarse ahí. En ese espacio rítmico.