La mayor parte de los mares del mundo son un territorio sin ley. El 64% de las aguas oceánicas se encuentra fuera de los límites jurisdiccionales de algún Estado. Desde posiciones ecologistas reclaman la aprobación de un Tratado Global de los Océanos consecuente para frenar las alarmantes cifras de pérdida de biodiversidad.
El F/V Thunder desapareció bajo las aguas a las 6.39 horas del 6 de abril de 2015 a escasas millas de la costa de Santo Tomé y Príncipe. Fue el final de una persecución tan épica como histórica: duró 110 días, a lo largo de 18.000 kilómetros y a través de tres océanos diferentes, entre el Índico sur y el Golfo de Guinea, tormentas antárticas y bloques de hielo del tamaño de estadios por medio incluidos. En virtud de las sentencias posteriores que cayeron sobre su oficialidad de este pesquero —penas de entre 32 y 36 meses de prisión y 15 millones de euros por falsificación, contaminación y daño al medio ambiente impuestas por un tribunal de la isla africana para el capitán Luis Alfonso Rubio Cataldo, de nacionalidad chilena, y para los gallegos Agustín Dosil Rey, jefe de máquinas, y Luis Miguel Pérez Fernández, segundo mecánico— así como de las demandas de la organización ecologista que obró el milagro del fin de la actividad furtiva de este arrastrero, fue el capitán quien decidió hundir el barco con el fin de ocultar las pruebas del delito. La fuga con final agridulce es considerada la más larga de la historia pesquera.
Jacques Cousteau nos dejó un gran mensaje a la humanidad en su último libro publicado diez años después de su muerte. Hoy está completamente olvidado y sin embargo fué quien nos acercó a los misterios marinos, al origen de todas las cosas. Es un homenaje a su obra, a su vida y a su legado ya olvidado que quiero hacer resurgir de las profundidades del mar.
Con su gorro rojo y a bordo del Calypso, surcó todos los mares y océanos, nos mostró también la belleza de los cetáceos, su vida, sus costumbres, el mundo mágico que Julio Verne nos quiso hacer soñar con “20.000 leguas de viaje submarino” y que Cousteau, paisano suyo, logro hacer realidad.Pero además de toda la belleza submarina que supo transportar a las pantallas de la televisión y cine en cientos de documentales, también nos dejó un legado póstumo, una advertencia a la humanidad, un mensaje que muy pocos han sabido recoger y que otros han pretendido ocultar.Como si supiera que pronto le llegaría la hora de abandonar este mundo hermoso lleno de maravillas pero también de horrores cometidos por los humanos, quiso escribir un último libro que fuera un mensaje para las generaciones futuras, para esos niños que veían sus documentales y de mayores se enfrentarían a una sociedad gravemente manipulada por ocultos poderes financieros. Con este pensamiento, se reunió con Susan Schiefelbein, que fue editora de la Saturday Review y periodista, escribiendo guiones de muchos de los documentales de Cousteau. Durante semanas, Susan fue escribiendo lo que Jacques quería expresar y denunciar de forma contundente.
“Si la población descubriera una industria con una política de facto de mirar para otro lado mientras los trabajadores de fábricas de todo el planeta quedan rutinariamente encerrados detrás de puertas cerradas a cal y canto durante semanas o a veces meses, sin agua potable ni comida, sin cobrar y sin la más mínima idea de cuándo se les permitirá volver a casa, ¿no sería un escándalo inmediato con intervención de la justicia y boicots de los consumidores? No en el mar”
Por un lado, está esa imagen de descanso que creen encontrar tantas personas, muchas de ellas demasiado urbanas, frente a la estepa líquida que se extiende apuntando al infinito, es decir, a la eternidad, una imagen que nos libra de la tiranía del tiempo. Por otro, están los compañeros de infancia con quienes compartimos la playa en estampas que en la memoria se han grabado como cuadros de Sorolla. Y también la nobleza y la conciencia de los personajes de Conrad, o esa ilusión de relatos de aprendizaje que nos dejan las novelas de Stevenson, incluso cuando aparecen personajes facinerosos como en Los traficantes de naufragios, que tal vez sea su mejor obra. Y en ese mismo fiel de la balanza están los versos de Alberti, el lamento del marinero en tierra:Para los habitantes de la costa, el mar es la madre. Desde el interior, nos referimos a él en masculino. Ese es, tal vez, el sentido de estos dos versos que apenas contienen nueve sílabas. El mar es viril y duro para los que acudimos a él de vez en cuando, pero es el vientre del que sale la vida para quien nace y habita en la orilla. El mar era metáfora de vida entre los fenicios y los romanos. Para nosotros, es el morir. Y sucede que hay muerte en el mar. Ese es el otro lado de lo que sabemos, el más siniestro.