En el principio fue
la ciudad de Dios:
una cruz -cardus y decumanus-,
plaza, aljibe, catedral, restallaba
en el centro solar
bajo la canícula sin sombras.
Las sombras habitaban el Oeste,
la ciudad de la Muerte,
de arquitectura severa
apropiada a la presencia muda,
exangüe y silenciosa
de los antecesores...
Solo mucho después
se fundó la ciudad de los Hombres,
bullanguera y procaz, sin centro
ni luz. A los muertos
los expulsamos extramuros.
Todos estábamos presos
de una agitación sin pausa
que parecía no tener fin,
ni entre las ruinas de la periferia...
El brillo pálido del oropel
de los mercados, los rostros
exhaustos y miradas sin vida
de cartas de Tarot
anunciaban para muchos
la impotencia final de la ciudad
enajenada, la alegría incierta
de una nueva fundación...
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mispoemas