A pesar de nuestras bien fundadas sospechas sobre el escaso bagaje intelectual y la menesterosa capacidad de análisis de la clase política europea en general, y de la española en particular, hay excepciones muy honrosas como la de Miguel Urbán. Urbán es eurodiputado de
Podemos (pertenece a su grupo fundador), milita en
Anticapitalistas y es miembro del Consejo Asesor de la revista
Viento Sur, donde colabora habitualmente, cosa que también hace en otras publicaciones europeas y americanas. Es, sin embargo, muy poco conocido -y menos aún, leído -en España, seguramente por su alejamiento físico del pais, debido a su trabajo de años en el Parlamento europeo y a su distanciamiento de la atribulada y atrabiliaria vida política española. Puede que también contribuya a ello su carácter serio y su verbo sobrio: la impronta de intelectual gramsciano, poco dado al cotilleo mediático o a las "declaraciones" que tanto gustan a en los medios de la España oficial.
Enlazo aquí, a modo de ejemplo de su potencia explicativa, las diez tesis sobre las últimas elecciones europeas, particularmente sobre el triste papel al que han quedado reducidas las fuerzas de izquierda y su incierto futuro, en la
versión original en
Viento Sur y
la versión en inglés publicada por el prestigioso magacine de la izquierda norteamericana
Jacobin Quo Vadis "Izquierda"?
Hoy resulta evidente que la UE sufre una pérdida creciente de legitimidad entre sectores sociales de toda Europa. Cada vez le cuesta más ser asociada con aquellos supuestos valores europeos como democracia, progreso, bienestar o Derechos Humanos. Una crisis orgánica en todo el sentido gramsciano del término, resultado y profundización de la crisis del modelo post-Maastricht del capitalismo europeo que ha supuesto una verdadera camisa de fuerza neoliberal, con una letal combinación de austeridad, libre comercio, deuda predatoria y trabajo precario y mal pagado, ADN del actual capitalismo financiarizado.
The European Left Needs a Vision of the Future
The European Union remains steeped in crisis, and yet the challenge from the radical left looks weaker than ever. Popular discontent doesn’t automatically lead to positive change: it has to be galvanized around a realistic alternative.