José Ovejero tiene mucho talento para interpretar este mundo desquiciado.:
"El único miedo que comparte una sección considerable de nuestras dos sociedades y que adopta rasgos del fin de los tiempos es un apocalipsis de bolsillo: el miedo a la inmigración masiva y sus posibles consecuencias".
Tú, ¿de qué tienes miedo?
En realidad yo quería ir a ver una exposición sobre el cine en la República de Weimar. Pero, para cuando llego a Bonn, hace dos días que la han quitado. En su lugar, entro en otra titulada El miedo, ¿un sentimiento alemán? Aunque parece excesivo que se apropien de esa emoción universal, sí he tenido siempre la sensación de que la sociedad alemana era o es capaz de ensimismarse en un terror que en otros países no pasaba de ser minoritario.
El miedo a la guerra atómica, a la inmigración masiva, a la muerte de los bosques por la lluvia ácida, a la digitalización del ciudadano. Cada sala, el muestrario de un miedo colectivo. Miedos de izquierdas, miedos de derechas y miedos transversales que provocaban concentraciones masivas, manifestaciones antinucleares y ecologistas, boicots, bloqueos, también desobediencia civil cuando se quiso imponer un censo electrónico: exorcismos, vudú político, carnavales reivindicativos. Estuve en las manifestaciones en Bonn contra el despliegue de los misiles nucleares Pershing II que se iban a instalar en Alemania apuntando al bloque comunista. Aquello era una fiesta. Cientos de miles de personas, acompañadas de lejos por policías amables y sonrientes, niños disfrazados, bailes, ambiente de pic nic. Yo, que venía de la España del franquismo y la transición, admiré aquellas manifestaciones tan civilizadas. Todo era muy bonito, todo muy democrático. Pero los Pershing II se instalaron de todas formas.
Bailar contra el fin del mundo, danzas de la muerte mientras nos baña la lluvia ácida. En España no caló el ambiente apocalíptico; el concepto de las doce menos cinco –esos cinco minutos que nos quedan para salvar el planeta- nunca despertó muchas angustias. Los partidos siguen pasando de puntillas sobre el calentamiento global, seguros de que no se ganan elecciones con temas medioambientales. El único miedo que comparte una sección considerable de nuestras dos sociedades y que adopta rasgos del fin de los tiempos es un apocalipsis de bolsillo...