Llegué al Gran Hotel Oriente, en Londres, que ahora es el hotel Andaz, porque allí hablan tanto rato los dos personajes de Austerlitz de Sebald. En la estación aledaña, ahora Liverpool Street Station, empezaba en otra época el tren Orient Express, el hotel se construyó como el hotel insignia del Orient Express, como epítome del viaje y la partida.
Allí hablaba tanto rato (yo quería sentir la atmósfera de esa charla, revivirla en mi mente) ese personaje que tiene nombre de estación de tren, o de batalla confusa, ese hombre que no sabía de donde era, que siempre estaba de paso, que vivía como una niebla en todas partes.El autor era una niebla, tampoco sabía quien era, y escribía novelas nebulosas, sobre la búsqueda de su identidad impalpable, sobre lugares sencillos que parecían los anillos de Saturno, sobre pasajes en la memoria que siempre serán nebulosos.El protagonista de Austerlitz busca saber quién es, indaga en bibliotecas y en archivos, pregunta a personas ofuscadas o perdidas, obtiene datos frágiles sobre azares increíbles, descubre que fue alguien en Praga a quien alguien protegió de los nazis, que cambió de nombre, que se fue a otra parte, qué sé yo. Toda la vida es una niebla y los libros de Sebald son más que nada una niebla.El protagonista de Austerlitz se cría en un pueblo perdido de Gales junto al mar, por pura casualidad, en la casa de un pastor protestante puritano y rígido pero que intenta al menos ser humano y sabe lo que es un niño.