"El 'lawfare' ha convertido al derecho en todo lo contrario: un arma de guerra, un instrumento para perseguir, represaliar y derribar al adversario político", escribe la autora.
Clausewitz, que dijo aquello de que la política es la continuación de la guerra por otros medios, se sorprendería probablemente al ver el giro que en los últimos años ha dado el panorama internacional: el lawfare, un fenómeno en expansión a nivel mundial, desafía las democracias de la actualidad convirtiéndose, podría decirse, en la continuación de la política por otros medios. Medios judiciales.Solo con este juego de frases puede advertirse una grave paradoja: si la política debiera evitar la guerra y conseguir la resolución de los conflictos de manera pacífica, el derecho también. El derecho es, como dice el jurista argentino Eduardo Barcesat, “la vía menos dolorosa para todo cambio social”. Para resolver los conflictos sociales sin guerras ni revoluciones, sin derramamiento de sangre. Pero el lawfare ha convertido al derecho en todo lo contrario: un arma de guerra, un instrumento para perseguir, represaliar y derribar al adversario político.Ahí radica la perversidad del fenómeno: cuando se utiliza la vía judicial para encarcelar a una candidata, para inhabilitar a un ex jefe de Estado o para criminalizar a un presidente en ejercicio, se está violando el derecho en nombre del mismo derecho.