A principios del mes de marzo de 1790 -desde Königsberg- Kant envió una carta (1) a Ludwig Ernst Borowski de la Albertus Universität, respondiendo a ciertas inquietudes planteadas por un antiguo estudiante sobre un desmesurado incremento de visionarios (Schwärmerei) y acerca de la posibilidad de encontrar alguna cura para tal tendencia.
A principios del mes de marzo de 1790 -desde Königsberg- Kant envió una carta (1) a Ludwig Ernst Borowski de la Albertus Universität, respondiendo a ciertas inquietudes planteadas por un antiguo estudiante sobre un desmesurado incremento de visionarios (Schwärmerei) y acerca de la posibilidad de encontrar alguna cura para tal tendencia. Kant comenzó su breve carta con una curiosa analogía: para los médicos del alma la cura es tan complicada como lo había sido para los del cuerpo curar el catarro ruso -o influenza como gustaban en llamarle en Viena- que hacía unos años había azotado al mundo a la velocidad del correo infectando a muchos sin detenerse, pero que luego desapareció. Lo que ocurre, decía Kant, es que las dos clases de médicos tienen cosas en común: saben describir las enfermedades aunque no acierten con el origen o con el remedio, y eso es mejor para los enfermos porque sólo recomiendan agua clara fría y dejan que lo demás lo ejecute la bondadosa naturaleza.