¿Para quién se escribe? Supongo que es una pregunta imposible de responder, que admite tantas respuestas como escritores
Japonismo y maestros muertos
El camino de Tokaido (Volumen 1). THOMAS J. WATSON LIBRARY
Por
Gonzalo TornéMimetismo nipón. Después de años contemplando con cierto asombro (y un saliente de envidia) como los aficionados a la literatura japonesa desplegaban su curiosidad por muchísimas vertientes de la cultura del país (el dibujo, la cocina, los arreglos florales...), me he decidido a leerla con orden y dedicación para descubrir que no solo se trata de un comprensible intento de familiarizarse con un contexto cultural ajeno y artístico, sino casi una exigencia derivada de las particulares condiciones de composición de los poemas japoneses, el corazón y la joya de su literatura. Y es que estos breves poemas no solo se definen por su precisión métrica, sino también por sus condiciones de escritura y lectura: son poemas compuestos por los miembros de una clase para los de la misma clase, que además viven (poetas y lectores) encerrados en su propio espacio, ensimismados en sus principios. Los poemas japoneses son un festival de supuestos, de reglas para iniciados, de variaciones mínimas sobre temas tradicionales (ahora que lo pienso, se parece bastante al recetario italiano), de evidencias para entendidos... que los lectores recién llegados no son capaces de percibir de buenas a primeras: como sucede con esas palabras polisémicas situadas en el poema para que pueden leerse al mismo tiempo de dos maneras y que convierten los tankas en cajas de doble fondo, en sorprendentes máquinas tridimensionales. No es de extrañar que para adentrarse en este mundo cerrado el lector, para evitar sentirse un espía, tienda a mimetizarse.