Papúa Occidental es descrita a menudo como “remota”, una palabra multiusos que transmite dos significados: un lugar prístino para vacaciones exóticas y un lugar demasiado lejano como para que a la mayoría de la gente le importe. The Jakarta Post da como primera razón para visitar este lugar maravilloso “Bucear con amigables tiburones ballena”. El número 8 de la lista es contemplar a los simpáticos nativos, incluyendo para los aspirantes a grandes exploradores, obviamente, “algunos que nunca han sido contactados”.
Es exótico pero seguro, o eso sugiere el punto número 9, según el cual se puede nadar entre “miles de medusas sin aguijón”. Por desgracia, los militares indonesios no son tan inocuos como las criaturas acuáticas. Para confirmarlo, basta con leer el informe de la Yale Law School titulado “Violación Indonesia a los Derechos Humanos en Papúa Occidental: Aplicación de la Ley de Genocidio a la Historia del Control Indonesio”. Este genocidio continúa hoy en día, en gran medida porque la “comunidad internacional” y sus medios de comunicación, como las medusas, no tienen aguijón. The Guardian, por ejemplo, culpa a hurtadillas a los papúes occidentales de su sufrimiento: una “campaña secesionista ha tenido lugar durante décadas”.El hecho de que los lugares remotos dicten sus propias leyes, o al menos los hombres musculosos que los dirigen, tiene un gran atractivo para gente como Elon Musk, a quien le gusta hacer lo suyo sin mucho escrutinio. Y para regímenes como el de Indonesia, es útil tener una celebridad multimillonaria con un proyecto extraño para dar un poco de brillo de celebrity a su barbarie militarizada, o para distraer de ella. El pasado mes de diciembre, el presidente indonesio Joko Widodo ofreció a Musk parte de la isla de Biak (con una población de al menos 140.000 habitantes) para que jugara con su proyecto SpaceX (estropeando así los cotos de caza tradicionales que serán devastados por el proceso de despegue de 12.000 satélites, si es que realmente consigue que los lanzamientos funcionen).