La reflexión de Ana Carrasco-Conde: "Las Humanidades son el contrapeso de la ciencia, aquellas que le proporcionan la mirada necesaria para que no pierda perspectiva. Las que dan medida de lo humano".
Nos aprestamos a un nuevo calendario que si bien no supondrá de facto el comienzo de una nueva cronología, sí será el inicio metafórico de un nuevo tiempo: antes y después del coronavirus. Las abreviaturas “a.C.” y “d.C.” resemantizadas contarán la historia de una salvación, la de la Humanidad, que no ha sido brindada por ningún Dios, pero en la que, sin embargo, también un Dios ha muerto: el homo deus del que hablara Harari. Para este en su homónimo libro, el hombre elevándose a las inmortales alturas de un dios habría conseguido gracias a la tecnología vencer al hambre, la peste y la guerra y, por tanto, alcanzaba (engañosamente, añado yo) poder sobre su frágil naturaleza.Escribe Harari: “Es probable que la época en la que la humanidad se hallaba indefensa ante las epidemias naturales haya terminado”. Consciente de su finitud, fragilidad e incapacidad por la irrupción de una realidad que lo devuelve a su lugar natural: una parte más de una totalidad que escapa a su control, la ficción del homo deus ha visto destejida su trama. Sin embargo a dios muerto, dios puesto. Y lo que parece la oportunidad de recomponer la relación de interdependencia con el todo orgánico del que formamos parte, puede conllevar, sin embargo, la fe de aquel que al ver desmontadas su creencias se aferra como un náufrago a los dogmas. Si el hombre no es el dios, lo será entonces la tecnología. “Solo ella puede parecer salvarnos”, se exclama en estos días.