En el reino de la hiperconectividad, cada vez son más las voces que reivindican la nada. Un alegato contra el discurso de la eficiencia y el tecnodeterminismo que se fundamenta en ganar tiempo para nosotros y reconectar con el aquí y el ahora.
No siempre es fácil mantenerse al margen del mundanal ruido. Llega un momento en el que el modo avión se hace insuficiente. Ni siquiera una escapada a la sierra puede salvarnos. La posibilidad de petar se antoja plausible conforme se suceden las menciones, los correos electrónicos, las alertas y las telellamadas. La hiperconectividad genera siervos, una especie cuyo hábitat es el desasosiego y que se caracteriza por anidar la insatisfacción.Son tiempos complejos. A la necesidad de estar constantemente alerta se une ahora una drástica limitación de movimientos en pro de la prevención. El cuerpo se ha erigido como un sospechoso habitual, como si de su vigilancia y contención dependiera nuestro bienestar personal. Algo que ha conferido a la tecnología una mayor, si cabe, presencia en nuestras vidas. Estamos, hoy más que nunca, a merced del algoritmo.La escritora y docente norteamericana Jenny Odell se da de bruces con esta nueva realidad nuestra, lo hace en Cómo no hacer nada. Resistirse a la economía de la atención (Ariel), un ensayo en el que reivindica recuperar el nexo con la realidad física y encontrar modos de relacionarnos de los que no se beneficien las empresas. Un alegato contra el discurso de la eficiencia y el tecnodeterminismo en el reino de las redes sociales y el autobombo digital.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) ha recibido una importante atención de investigación y es un problema que rara vez deja de ser noticia, ya sea por el tratamiento de niños con anfetaminas, por el uso excesivo o insuficiente del diagnóstico o por sus desenlaces a largo plazo.
A pesar de toda la investigación, ha sido difícil conseguir y mantener un acuerdo profesional sobre qué es el TDAH o qué se debería hacer con él. En 2002, un grupo eminente de psiquiatras y psicólogos publicó la primera declaración de consenso sobre la ciencia, el diagnóstico y el tratamiento del TDAH (Barkley et al, 2002). Sin embargo, la declaración probablemente podría describirse mejor como la declaración de una posición porque las diversas opiniones de qué es el TDAH y sobre qué se debe hacer no fueron reflejadas ni estuvieron representadas. Fundamentales para la discusión son las preguntas sobre si el diagnóstico de TDAH representa realmente algo con sentido y qué es lo que los psiquiatras están tratando de tratar. ¿Son las diferencias en las tasas de frecuencia de TDAH en la población un reflejo de los cambios en la frecuencia de nuevos casos o reflejo del cambio en la tolerancia de la sociedad para aquellos comportamientos que no se ajustan a lo que se espera? Se lo preguntamos al Dr. Sami Timimi, psiquiatra de niños y adolescentes y autor de Psiquiatría Patológica Infantil y Medicalización de la Infancia, y al Profesor Eric Taylor, psiquiatra infantil del Instituto de Psiquiatría e investigador de la etiología, los desenlaces y el tratamiento de TDAH, para debatir sobre el planteamiento de que el TDAH se comprende mejor si se entiende como una construcción cultural.