Hoy la única frontera soy yo, mis recuerdos, mis sueños y esa línea donde se juntan el cielo con la tierra que es hasta donde llega la mirada. La frontera final no es la muerte, sino los límites que nos imponen el poder y la sociedad en la que vivimos
Desde el mes de abril del año 2020 vivo en mi refugio de piedra seca conocido en La Mancha como bombo. Cuando hace ya más de treinta años compré este refugio, y la viña en el que se encuentra, no podía imaginar que iba a ser mi casa permanente debido a la pandemia de un virus que produciría la enfermedad denominada como COVID-19. Ahora, el 27 de noviembre del mismo año, he decidido narrar esta experiencia que nada tiene de romántica ni de idealista, sino que fue una decisión puramente pragmática: aquí me siento más protegido que en el pueblo donde nací y donde vivo permanentemente desde el año 2005, Tomelloso, provincia de Ciudad Real, España.En aquel momento del mes de abril me impuse NO escribir sobre la situación en la que estábamos viviendo en mi país, y en el mundo entero, y menos aún quería yo opinar sobre un asunto tan macabro; una avalancha de improvisados cronistas se lanzó a tratar el tema como buitres sobre el hocico de un animal muerto. Muchos de ellos y de ellas bailaron una danza de la muerte como cuando en la Edad Media se padeció la peste negra. Yo no quería bailar esa danza orquestada por la música de los medios de comunicación y las redes sociales de internet. Ahora que esa pandemia forma parte de la rara normalidad en la que estamos viviendo he decidido que quizás sea interesante, por lo menos a un nivel personal, de dar testimonio de esta mu/danza individual que nada tiene que ver con una opinión mediática sino con un simple consignar lo que he vivido, y sobre lo que he reflexionado, durante un periodo de tiempo cuyos límites todavía no están claros; ¿cuándo atravesaremos esta “frontera del miedo”? Nadie lo sabe con certeza.
Miles de personas se encuentran atrapadas en la frontera noroeste de Bosnia, alojadas en improvisados e insalubres campamentos o incluso en fábricas abandonadas, lo que ha convertido al pequeño país balcánico en un auténtico Estado tapón de Europa.
Una situación de emergencia humanitaria que es producto directo de la UE y de su política de construcción de la Europa Fortaleza.Y mientras, vemos cómo en la otra parte del mundo, el número de desplazados centroamericanos no ha dejado de crecer, a un año de que comenzaran las llamadas caravanas migrantes. Y como después de la entrada en vigor en EEUU del polémico Protocolo de Protección al Migrante, que devuelve al solicitante de protección a México mientras se resuelve su caso, tan solo a un insignificante 0,1% de los solicitantes de asilo se les ha concedido, de facto, dicho asilo. Una barrera que también convierte a México en un Estado tapón, en este caso de los EEUU.Hoy, Día Internacional del Migrante, efeméride declarada por la Asamblea de la ONU en 1999, es importante recordar y denunciar que ni Bosnia ni México ni Centroamérica son hechos aislados, sino que son parte de una peligrosa tendencia internacional. Una tendencia que sin ambages podríamos titular como la extensión de una macabra necropolítica global. Que ante la crisis ecológica y el aumento exponencial de las migraciones climáticas solo se responda con esta política de muerte y violencia de fronteras, y que vaya de la mano de una deriva autoritaria y de involución democrática, no nos permite llamarlo de otra manera.
Porque también se hace camino al escuchar, Puzzle de fronteras es un on the road sonoro grabado a través de las múltiples (no) fronteras alrededor de Cataluña, durante la infinita resaca del otoño de 2017, que se extiende hasta hoy. Es una sintonía polifónica que intenta cruzar varias líneas del mapa buscando rutas y dimensiones menos recorridas, nuevos horizontes, paisajes más allá de la cortina blanca y negra que cubre las ventanas mediáticas.
El narcisismo de la pequeña diferencia...
Entre 2010 y 2017, la migración de África a la UE aumentó un 7%. En el mismo período el crecimiento de los inmigrantes europeos en África ha aumentado en un 19%. Y sin embargo, no hemos visto a los africanos quejarse de la migración europea.
La “migración” de África a Europa tiende a menudo a ser descrita como un drama humano, agravado por la política de la Unión Europea (UE) de externalizar sus fronteras en África, mediante la creación de los llamados “hotspots”, es decir, centros para clasificar y contener a los africanos que se convertirían en migrantes. Esta perspectiva “humanitaria”, por crucial que sea, debe completarse con un análisis de la economía política mundial centrado en las causas económicas fundamentales del fenómeno de la migración desesperada de África a Europa.Digo “migración desesperada” porque es importante no hablar de migración en abstracto y como tal especificar a qué tipo de migración nos referimos. Después de describir brevemente algunos conceptos erróneos sobre la migración africana y la derechización del concepto de migrante en los medios de comunicación occidentales y en los discursos políticos, trataré de mostrar cómo el neoliberalismo intensifica la migración desesperada en África, tomando como caso de estudio a Ghana y por qué las políticas anti-migración de la Unión Europea (UE) son miopes y autodestructivas.