J. es un chico de 16 años, que llegó a un consultorio público, ambulatorio, para la evaluación y el tratamiento de la ansiedad, de problemas de aprendizaje y de problemas de conducta. J. vivía en un barrio de chabolas en una ciudad de mediano tamaño en el sur de Brasil y fue derivado por el psicólogo de su escuela para su evaluación por el Dr. M., un psiquiatra en una clínica comunitaria
Según su madre, J. tenía un historial de "comportamiento agresivo", que se intensificó primero tras fracasar durante 2 años en la escuela cuando tenía 13 y 14 años y, luego, cuando fue agredido violentamente cuando tenía 15 años. La madre de J. informó que poco después de la agresión, J. comenzó a usar drogas y alcohol, a pasar más tiempo en las calles, a faltar a la escuela y aislarse socialmente.J. asistió a una escuela pública atestada, en donde el conflicto y la violencia entre estudiantes y maestros, así como entre pares, era frecuente. Aunque había sido derivado varias veces a su psicólogo escolar, no había consentido en continuar con el tratamiento. El psicólogo había sugerido procedimientos para modificar el comportamiento, incluidas estrategias para el manejo de la ira, pero J. no las encontró útiles. Explicó que aunque se sentía nervioso y se metía en muchas peleas, se sentía frustrado por las actitudes negativas de sus maestros hacia él y por el énfasis del psicólogo escolar en su "agitación" y en su "incapacidad para concentrarse". J. comentó que los estudiantes de los barrios de chabolas tenían más probabilidades de ser enviados al psicólogo de la escuela simplemente porque "parecían pobres".