Finales de abril [1] de 1919. Primera exposición en Berlín de la vanguardia anti-burguesa —y anti- unas cuantas cosas más— por excelencia: el dadaísmo. Se trata de su articulación local más politizada: días antes, Raoul Hausmann, peso pesado [2] del movimiento, publica un “Panfleto contra la concepción de la vida de Weimar”, en el que define el comunismo como “una religión de justicia económica”.
Asqueados por la carnicería de la Gran Guerra y atravesados por el hedor de los cadáveres de Karl (Liebknecht) y Rosa (Luxemburgo) [3], los artistas del círculo Dadá-Berlín se sumaron al programa político de la izquierda revolucionaria alemana bajo la mirada atenta de sus futuros censores. Primera exigencia de su manifiesto (1918): “la unión revolucionaria internacional de todos los creadores e intelectuales del mundo entero teniendo como base el comunismo radical”.Para sorpresa del lector, las prolíficas mentes —sin ironías— de estos intelectuales estaban irremediablemente unidas a un cuerpo que precisaba ser alimentado. De ahí la “indispensable” presencia de Hannah Höch, única artista mujer del grupo berlinés cuya “vocecilla hubiera resultado inaudible entre el estruendo de sus camaradas masculinos”. Ella era, según cuenta Hans Richter en su Historia del dadaísmo (1965), la encargada de proveer las reuniones en el taller de Hausmann de sándwiches acompañados de café y cerveza. El autor la define como “una buena chica” [tüchtiges Mädchen]. Destacamos este dato no por asumir acríticamente su testimonio, sino para reproducir la reacción de ella: “Tu referencia a mi persona como una ‘buena chica’ me obliga a dudar acerca de la continuidad de tu amistad hacia mí”. Höch firmó esta carta como “la así llamada ‘buena chica’, H.H.”.No se trata de un hecho anecdótico, la participación de esta artista de Gotha en el movimiento también tuvo un eco ridículo en las autobiografías de sus compañeros Richard Huelsenbeck, George Grosz y en la del propio Raoul Hausmann —a pesar de que con este último mantuvo una relación sentimental de 7 años—. Parece ser, además, que Grosz y John Heartfield se opusieron a su participación en la Feria Internacional Dadá de 1920 y cedieron solo cuando Hausmann amenazó con boicotear el evento. Con todo, su longeva trayectoria artística ha sido comúnmente reducida a estos años. Para muestra, su obituario en el periódico de Hamburgo Die Zeit (1978): “A la muerte de Hannah Höch, la musa de media-melena [Bubikopfmuse] en el Club de Hombres”.En el centenario de las primeras impertinencias del dadaísmo berlinés, listamos cinco pinceladas de la biografía de Höch que, contextualizadas, adquieren hoy gran interés político. Con sus limitaciones, este enfoque inesperadamente prosaico no es fruto de pereza literaria alguna, sino del convencimiento de que es urgente pensarla no solo desde sus genitales, sino como un miembro de pleno derecho de la resistencia —y no exclusivamente cultural— a las afrentas antidemocráticas del siglo XX.