A veces uno tiene la impresión de que existen ciertas ‘verdades’ sobre la vida y el mundo que se repiten de un libro a otro, una reiteración que no se parece tanto a un diálogo como a la manifestación de una sabiduría propia, la literaria
Novela histórica, olvido y relectura, sabiduría
'Retrato de Edmond Maitre', de Renoir (imagen modificada).
Novela histórica. La manera como suele medirse si una ficción pertenece o no a “la novela histórica” es, por decirlo sin énfasis, bastante insatisfactoria. Llamamos así a cualquier ficción que transcurre en un periodo algo anterior al nacimiento del escritor. La superficialidad de este criterio se constata cuando, leyendo a Tolstoi o a George Eliot (no digamos ya a Rousseau o a Defoe), nos vemos obligados a contrastar la fecha de nacimiento del novelista con la década donde sucedieron los acontecimientos para determinar si aquello que leemos es “novela histórica”. ¿Cómo tomarse en serio un criterio que pasa inadvertido durante la lectura? Imagino que el contraste entre la edad del autor y la edad de los hechos narrados funciona como un anclaje para impedir que el paso del tiempo vaya convirtiendo en “históricas” todas las ficciones ya escritas. Sería conveniente encontrar un sistema mixto que atendiese a la época del libro, fuese reconocible durante la lectura, y contemplase el paso del tiempo. Quizás se podrían considerar como “novelas históricas” aquellas cuyo nudo argumental se centra en conflictos (morales o sociales) que nuestras sociedades han dejado atrás. La obligación de una jovencita de entrar en un convento, los matrimonios de conveniencia, la turbia iniciación sexual de los varones en el primer tramo del siglo XX o la pérdida de la honra (entre otros veinte posibles)... son conflictos que uno debe obligarse a “historiar” con la imaginación pues ya no articulan ningún drama social, ni remiten a experiencias cercanas. Según este criterio La religiosa, que Diderot escribió para denunciar un asunto de “rabiosa actualidad” debería considerarse histórica, pues a nadie se la obliga a entrar en un convento, mientras que pese a bucear en sucesos muy anteriores al nacimiento de Tolstoi, Los cosacos se resiste a leerse como una “novela histórica”. Una ventaja adicional: este criterio también nos permitiría calificar de “históricas” una veta de novelas de ciencia ficción, que pese a estar situadas en el futuro del escritor, las ha devorado la obsolescencia, la tecnología futurista ya es más vieja que la nuestra. Son novelas que nos muestran el año 2000 o el siglo XXI desde la escotilla temporal de los sesenta, los ochenta o los noventa... Implacables cárceles temporales.