Treinta y cinco años después del accidente nuclear, Chernóbil se ha transformado en un refugio para los lobos, perseguidos por toda Europa.
El lobo es una especie que despierta pasiones encontradas. Para unos representa una grave amenaza a la ganadería extensiva y las tradiciones rurales. Para otros es el símbolo de la naturaleza salvaje y pieza básica para el equilibrio de los ecosistemas.A pesar de ser una especie protegida en toda Europa, es perseguido incesantemente. Al lobo se le ha continuado cazando tanto en países donde escasea, como Suecia y Noruega, como en países en los que es más frecuente, como España. Acosado hasta el exterminio en gran parte de Europa, el lobo acabó arrinconado en unos pocos refugios remotos. Paradójicamente, Chernóbil se ha convertido en uno de ellos.Se cumplen ahora 35 años del accidente en la central nuclear de Chernóbil (Ucrania). Este accidente, el más grave de la historia nuclear, provocó la evacuación de unas 350 000 personas y la creación de una zona con asentamiento humano limitado. Este área de más de 4 000 km² quedó, básicamente, despoblada, sin actividad humana y con los animales salvajes como únicos ocupantes. Esta situación se ha mantenido hasta la actualidad.La zona de exclusión de Chernóbil da cobijo hoy a una gran diversidad de fauna, incluidos muchos de los grandes mamíferos europeos, como el lince boreal, el oso pardo y, también, el lobo
No, no son superhéroes como Ironman, Thor o el Capitán América. Nunca se hicieron películas sobre ellos y ni tan siquiera existe un memorial que los recuerde. Eran personas normales, pero salvaron literalmente la vida a más de 50 millones de personas. Sus nombres son Alexei Ananenko, Valeri Bezpalov y Boris Baranov, los tres trabajadores de la central nuclear de Chernobyl que se presentaron voluntarios para una misión suicida.
Su misión consistía en cerrar las válvulas de las piscinas que se encontraban bajo el reactor nuclear, y cuyo contacto con el material radiactivo hubiera dado lugar a una explosión de entre 2 y 4 megatones que habría destruido los otros tres reactores no afectados y esparcido por toda Europa todo el material radiactivo de los cuatro núcleos de la central.Dos de ellos, Ananenko y Bezpalov eran padres y tenían familia. Baranov se presentó porque carecía de ella. Se sumergieron en las brillantes piscinas radiactivas y cumplieron su misión. Salvaron a Europa.Murieron en pocos días por síndrome radiactivo extremo entre vómitos y diarreas en una de las peores muertes que existen. Por supuesto hubo muchos más héroes: bomberos, soldados y equipos de evacuación. Pero ellos sí conocían las consecuencias de lo que iban a hacer.Esta es la última foto que se hizo de ellos antes de sumergirse en el monstruo radiactivo. Sorprende ver la cara de serenidad que mostraban sabiendo que se adentraban en la peor de las muertes. Ese es el verdadero heroísmo.