Este asunto de la posibilidad de una catástrofe que obligue al hombre a volver a un arcaico punto de arranque, es algo más que una mera conjetura y de hecho atraviesa tanto la literatura científica como la filosófica, a veces en forma de mito:
Cuenta Platón en el diálogo "Timeo" que llegado Solón, "el más sabio de entre los siete sabios", a la ciudad egipcia de Sais, un sacerdote ya anciano le explica las razones por las cuales Egipto tiene supremacía sobre Grecia, pese a estar amenazados ambos países por inevitables catástrofes cíclicas que anulan la vida civilizada. Pues hay una diferencia en la modalidad que adopta la catástrofe en uno y otro lugar, y esta diferencia tiene enormes consecuencias:La catástrofe no tiene el mismo peso cuando la provoca el fuego o cuando la provoca el agua, pues solo en el caso del fuego la destrucción es total. Pero aun tratándose de la calamidad causada por las aguas, la gravedad depende de si estas descienden torrencialmente o, como en Egipto, se trata del desbordar de un gran río, pues en este caso, en la llanura misma, aunque desaparecen las plantas, los animales y el hombre, se salvan los templos y las inscripciones que en ellos conservan la memoria colectiva. Y así, en Egipto, cuando las aguas descienden y los supervivientes en las cimas montañosas bajan a la llanura, restauran con ayuda de esa memoria escrita los cimientos de su civilización, lo cual hubiera sido mucho más difícil en base al contingente recuerdo subjetivo.