Inocencio X según Diego Velázquez y Francis Bacon.
Existe así una diferencia sustancial entre el retrato de Inocencio X llevado a cabo por Diego Velázquez en 1650, y las variaciones del mismo pintadas por Francis Bacon en las fases tempranas de su trayectoria.
Velázquez planteó en su cuadro una crítica elegante de los privilegios y las servidumbres que se derivan del ejercicio del poder, sustanciada en el gesto crispado con que el papa nos contempla. Velázquez viene a decir que, a pesar de los privilegios cuasidivinos que aspiran a transmitir su apostura y su vestimenta, Inocencio X es humano, demasiado humano. Bacon va más allá al arrebatar al papa esa condición humana y hacer de él un ser vivo amorfo que aúlla mientras su figura entera se disuelve en el vértigo de la masa pictórica, en un dolor primario que impregna la tela y la mirada del espectador de modo visceral. Ni que decir tiene que los cuadros de Diego Velázquez se exhiben hoy por hoy abiertamente, sin complejos, a pesar de sus aristas políticas. Mientras que los de Bacon —al fin y al cabo casi un contemporáneo nuestro— aún despiertan, hasta entre quienes reconocen su mérito artístico, un shock visual ligado a su subversión de la lectura por nuestro cerebro de los rostros y los cuerpos.
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https://www.elsaltodiario.com/ruido-fondo/derivas-de-la-carne