En un mundo inhóspito, las pinturas rupestres servían para enseñar el valor de la cooperación entre hombres, mujeres y niños, esencial para la supervivencia
En 1940, cuatro adolescentes pegaron un salto, casi literal, desde la Francia ocupada por los nazis hasta el Paleolítico. Según cuenta la historia, aunque existen numerosas versiones de la misma, estaban dando un paseo por el bosque a las afueras de la ciudad de Montignac, cuando el perro que les acompañaba desapareció de forma repentina. Tras una apresurada búsqueda, descubrieron que su compañero había caído por un orificio que había en la tierra y, sin dudarlo (imitando a Tintín, con el que seguramente estaban familiarizados), los chicos realizaron el peligroso descenso de 15 metros para rescatarlo. Encontraron al perro y muchas cosas más, sobre todo en las posteriores visitas que iluminaron con lámparas de parafina. El agujero daba a una cueva, cuyas paredes y techo estaban cubiertas con dibujos en llamativos colores de animales totalmente desconocidos para el departamento de Dordoña del siglo XX (bisontes, uros y leones). Uno de los chicos, un aprendiz de mecánico, después contó que, sorprendidos y eufóricos, comenzaron a dar saltos por la cueva como “una panda de salvajes haciendo bailes de guerra”; otro de ellos recordaba que los animales pintados parecían moverse a la trémula luz de su lámpara; “estábamos completamente locos”, comentó todavía otro, aunque la concentración de dióxido de carbono en una cueva con poca ventilación podría haber tenido algo que ver en todo eso.Se trataba de la famosa cueva de Lascaux, imán para los turistas, que finalmente tuvo que cerrar sus puertas para que las respiraciones de estos últimos no arruinaran las pinturas. Hoy día, casi un siglo después, sabemos que Lascaux forma parte de un fenómeno global, que en un principio se denominó “cuevas decoradas”. Se han encontrado en todos los continentes excepto en la Antártida (solo en Europa hay al menos 350, gracias a la abundancia de cuevas en los Pirineos), y los descubrimientos más recientes han tenido lugar en Borneo (2018) y los Balcanes (abril de 2019). Misteriosamente, dadas las distancias que las separan, todas estas cuevas están adornadas con “decoraciones” similares: manos humanas impresas o estarcidas, diseños abstractos elaborados con puntos y líneas cruzadas y animales de gran tamaño, tanto carnívoros como herbívoros, la mayoría de los cuales ya están extintos. No todas estas imágenes aparecen en cada una de las cuevas decoradas y algunas solo contienen huellas de manos o megafauna. Los paleoarqueólogos deducen que las pinturas las realizaron nuestros antepasados lejanos, aunque las cuevas no contienen representación alguna de humanos pintando nada.