Morandi y Albers crearon unas ventanas que nos permiten ver la creatividad en acción. Su capacidad para transformar la reiteración en algo mucho más libre que eso. Se me ocurren muy pocos artistas que lo hicieran tan bien como Morandi y Albers, maestros del siglo pasado
Josef Albers y Giorgio Morandi, contrastes entre un científico y un poeta - Frontera Digital
Albers and Morandi: Never Finished, una
exposición de dos grandes artistas del siglo XX, Giorgio Morandi (1890-1964) y Josef Albers (1888-1976), parecía, a primera vista, un poco ilógica. Morandi vivió en Bolonia, donde dio clase en la escuela de arte, y se centró principalmente en los bodegones: botellas y frascos de vidrio dispuestos sobre mesas. Su arte posee una extraordinaria emoción e integridad visual, ligada a una nítida consciencia del pasado, incluida la influencia de Cézanne, cuyos planos lisos y colores apagados atrajeron al artista italiano. Albers nació en Alemania, pero llegó a Estados Unidos en 1933 para dar clase en el Black Mountain College, y después, en 1950, se trasladó a la Universidad de Yale. Es conocido sobre todo como modernista comprometido; inició su notable serie Homenaje al cuadrado en 1950. Para esta secuencia pintó cuatro cuadrados en cada cuadro, cada uno de un color diferente, superpuestos unos sobre otros con tamaños escalonados. Las descripciones de los dos conjuntos de obras no podrían ser más diferentes, pero quizá sugieran una afinidad entre ambos artistas, en especial en lo relativo al color. Sin embargo, para este escritor, la exposición no hace hincapié en la afinidad entre ellos, sino en el contraste, aunque la galería los haya colocado muy cerca. Morandi, a mi parecer, es un poeta, alguien que basa su arte en la emoción, mientras que Albers es casi un científico, ya que ha investigado un conjunto específico de circunstancias, ideado racionalmente por el propio artista. Tal vez el lazo que los une sea el alcance de su logro.