"Mientras residí en mi patria no imaginé que alcanzaría a cumplir un siglo, o siquiera a dormir una noche entera", asegura, "porque allá la vida dependía de la policía". "Aquí, donde no temo a los policíacos, no se piensa lúgubremente", afirma el pensador. "Pero sabemos que la longevidad, aunque depende del estilo de vida, también depende de la suerte. Yo he tenido mucha buena suerte".
Entrevista | “La filosofía está pasando por un mal trance, porque no hay pensamiento original”
Bunge sigue trabajando y leyendo, tiene entre manos un libro de ensayos y continúa reflexionando sobre nacionalismos y sobre ondas gravitatorias. Ahora, por su cumpleaños, la editorial Laetoli va a publicar los últimos cuatro tomos de su Tratado de filosofía. Su amplísima formación académica en ciencias y letras, forjada en la Universidad de La Plata, le permite afear a Heidegger su falta de claridad o publicar manuales fundamentales sobre el método científico. Filósofo, matemático, físico nuclear, su voz se cansa, pero recupera el vigor cuando explica el rompecabezas filosófico que consume buena parte de su energía actual: los problemas inversos. "Por ejemplo, si usted le pide a alguien que le diseñe una nueva trampa para ratones, le está proponiendo un problema inverso que no es ni deductivo ni inductivo, porque va del efecto a la causa", se divierte explicando. Y continúa: "Es un tipo de problema muy descuidado por los filósofos. Porque no hay reglas, no hay algoritmos para resolver un problema inverso. Cuando no hay algoritmos se necesita inteligencia, se necesita imaginación y proceder por tanteo, ensayo y error". Y termina: "No parece muy científico, pero esa es la manera en la que se trabaja habitualmente".