A Adán lo enterraron en una montaña para devolverlo a la naturaleza de la que emergió como ser consciente por culpa del pecado. La razón por la que fue elegida la de Sri Lanka es que en abril, a cierta hora del día, proyecta una sombra que parece producida por una pirámide
Según el Evangelio de Nicodemo, cuando Seth, el hijo de Adán, vio a su padre enfermo de muerte se dirigió a toda prisa al paraíso para pedir un poco de aceite del árbol de la vida. Creía, aunque no se sabe de dónde sacó la idea, que ungiéndolo con él recobraría la salud. El arcángel Miguel, guardián del Edén desde el día de la expulsión, le respondió que no se hiciera ilusiones creyendo que podría conseguir lo que buscaba, pues estaba previsto que nadie obtuviera el óleo del árbol de la vida, también llamado luego de la misericordia, hasta que no transcurrieran 5.500 años, tiempo que, de acuerdo con los cálculos de los especialistas en cronología bíblica, faltaba para el nacimiento de Jesús de Nazaret.El arcángel, compadecido de Seth, le entregó de todas maneras un ramito o tallo del árbol de la sabiduría, el mismo cuyo prohibido fruto despertó en Adán y Eva la conciencia privándoles a cambio de la inmediatez paradisíaca (que es como si dijéramos la naturaleza), y le aconsejó que lo plantara en el monte Líbano a fin de que cuando creciera sus frutos pudieran sanar a su padre. Sin embargo, cuando Seth llegó a casa encontró a Adán muerto, por lo que decidió sepultarlo y plantar sobre su sepulcro el tallo recibido. Como la tierra era entonces muy fértil –cierta tradición sostiene que la planta echó raíces en la boca de la calavera del difunto, algo que quizá haya que relacionar con la condición parlante del ser humano–, el tallo creció hasta convertirse en un gran árbol.