¿Qué nos consuela? Ni siquiera la música, aunque lo intenta. En medio de un silencio abismal, el Peter Grimes de Allan Clayton, a capella, en su espantosa soledad, como un Cristo sin discípulos, canta, recita, abre en canal su pena en una desgarradora interpretación que debiera pasar a los anales del Real, mientras una cornamusa, una sirena de niebla, como el mugido de un rey moribundo, sirve de contrapunto a lo que este Peter Grimes de Benjamin Britte nos entrega como un precioso regalo envenenado para que saquemos nuestras propias conclusiones en tiempos de pandemia y de necesaria revisión histórica, política y moral.
Ópera en tres actos con un prólogo. Estrenada en el Sadler’s Wells Theatre de Londres en junio de 1945, el libreto esta basado en el poema de la colección The Borough, de Crabbe George, y fue escrito por Montagu Slater. Lo que no anticipa el programa de mano de un Teatro Real al que regreso por primera vez desde que estalló la pandemia son los cinco interludios con los que Benjamin Britten consiguió que nuestra conciencia de Peter Grimes se multiplicara de forma exponencial. Esta nueva producción del Real, en comandita con la Royal Opera House de Londres, la Opéra National de París y el Teatro dell’Opera de Roma, es nuestro raro salvoconducto a una expiación.Esta es una obra devastadora que, a su término, nos arroja a la calle y a la noche, a nuestros asuntos, con una espoleta retardada de pensamiento por su propio contenido, y con una carga de profundidad tejida por la plasticidad y el dramatismo de una partitura que en su prólogo y en su epílogo nos recuerda la naturaleza profundamente paradójica de nuestro mundo: que para vivir olvida y para olvidar acaba apartando la vista de una barca que naufraga en el horizonte. Como las de tantos emigrantes ahora mismo en la frontera marítima del sur de Europa, llamada Mare Nostrum, y que se ha convertido en tumba de nuestra conciencia y de nuestra unión política, de nuestra superioridad moral, de nuestros flamantes derechos humanos. Sin que hagamos mucho más que prestarle un poco de atención, con nuestros prismáticos, suscitar unas briznas de compasión sin consecuencias y acabar volviendo a nuestras preocupaciones sin mayor molestia.
El Teatro Real sube al escenario una extraordinaria producción de Peter Grimes, la ópera de Britten. Con seguridad, uno de los momentos artísticos más importantes de este año.
En Peter Grimes se aúnan, para nuestra fortuna, la brillantísima música de Britten con el extraordinario libreto de Montagu Slater. Así, el protagonista pronuncia unos parlamentos hermosísimos, como aquel en el que se lamenta de no poder detener el curso de los astros para volver a comenzar de nuevo, o ese momento del acto segundo en el que se nos resume la angustia del personaje:En sueños he construido un agradable hogarpara que su corazón permanezcaa salvo de la tormenta.En él olvidará pronto los rigores del trabajode aquellos lejanos y oscuros díasy la paz la envolverá como niebla de septiembre.La sabiduría que atesoran todos los libros,será muy inferior a la que habrá tras sus puertas.Comparado con nosotros, ¡el rico será pobre!He visto en las estrellas la vida que gozaremos:un jardín de frutas, niños jugando en la playa,un bonito porche blanco y el amor de una mujer.Pero los sueños se pueden desvanecer.Los dedos de los muertos se agitanpara deshacer mis ilusiones.Oigo voces en mis oídos gritándome que no hayuna piedra en toda la tierra donde yo puedaconstruir un hogar y vivir en paz.